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El cielo oscurece

El cielo oscurece, las estrellas aparecen pero nada de esto me resulta ya lindo. Siento que un inmenso vacío me llena, y mi alegría entristece.
¿Qué me está pasando?
Ya nada me parece nuevo, nada me sorprende es como si un muro se atravesara delante de mí y no me dejara ver todo lo que hay detrás.
Siento una tremenda angustia, y pienso en todo lo que llevo guardado. Lo que estoy perdiendo o queriendo olvidar.
Las caricias, los besos, las palabras, los “TE QUIERO”. Esas caricias que pudieron ser de alguien, los besos que una persona pudo recibir, las palabras que no quise decir por temor, los “TE QUIERO” ocultados en algún lejano rincón, queriendo salir, desesperados, pero con vergüenza, y ahí se quedan esperando que alguien venga por ellos.
Pero ya no sé qué hacer, cómo ayudarme a mí misma. Ya nada me importa, nada me atrae, ni las luces de la ciudad en la noche, ni las estrellas, ni la luna, que tanto me gustaban, ahora me causan tristeza.
Ya no puedo perder mi mirada en un punto lejano, e imaginar mil cuentos de hadas. La magia ya no existe.
Las madrugadas me sorprenden sentada frente a un papel escrito hace instantes, con borrones, claro, porque no quiero darme cuenta de que lo que escribo es realmente lo que me pasa.
Me sorprende con los ojos llenos de lágrimas al escuchar una canción que me hace recordar.
Con un nudo en la garganta, queriendo sostener ese llanto que no quiero saber porque pugna por salir.
Mis manos están frías, mi alma tiembla, mis sentimientos están tristes, mi corazón quiere llorar, pero no voy a darles el gusto, ésta vez quiero ser yo más fuerte que ellos y ganarles la batalla. ¿Podré...?



Flavia Rago, 1997.
Ilust. María del Mar Pérez López

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