Silenciosamente entro
a la iglesia,
hago la señal de la cruz,
y la veo, está ahí,
sola, sin nadie que
la acompañe,
su plegaria se hace
más larga cada día.
Esa desconocida mujer
reza por su familia,
espera, sabiendo que es
imposible.
Está sola y me da
lástima,
pero temo acercarme.
Con una esperanza
y sin que nadie lo sepa
espera que su hijo
muerto vuelva,
porque ella dice que no,
que su hijo no murió,
porque la guerra es muy cruel
y la verdad es
que su hijo no volverá
porque muerto está.
a la iglesia,
hago la señal de la cruz,
y la veo, está ahí,
sola, sin nadie que
la acompañe,
su plegaria se hace
más larga cada día.
Esa desconocida mujer
reza por su familia,
espera, sabiendo que es
imposible.
Está sola y me da
lástima,
pero temo acercarme.
Con una esperanza
y sin que nadie lo sepa
espera que su hijo
muerto vuelva,
porque ella dice que no,
que su hijo no murió,
porque la guerra es muy cruel
y la verdad es
que su hijo no volverá
porque muerto está.
Flavia Rago, 30/12/92.
Ilust. María del Mar Pérez López, 2014
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